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Circo Jonas, Diario de kevin: Tiempos Felices parte 3

Publicado a las 2:17 p. m. en ,
Querido Diario:


Hoy fue un día de lo más común. Apenas subimos al avión y nos alejamos de la vista pública, sentí un terrible electroshock en mi espalda, y lo siguiente que vi fueron los barrotes de mi jaula en en el compartimiento del equipaje. No podía moverme, mis pies estaban encadenados al suelo. En una esquina había un plato de sopa de sospechoso color marrón y un vaso con agua amarilla que olía muy fuerte. Podía escuchar como mis dos hermanos gritaban arriba, borrachos como cubas. Mientras que me rascaba mi piojosa cabeza meditando si debía comerme mi asquerosa comida, una descarga eléctrica me tiró al suelo babeando. Debí suponerlo; otra vez mis hermanitos habían electrificado mis cadenas para que me diera una descarga cada hora. Tenía hambre, no me habían alimentado en días. La sopa sabía a culo de puta, y el agua... sorprendetemente estaba rica. Igualmente, mientras contenía el vómito, un electroshock me noqueó, y no supe nada más.

Una fuerte patada en las costillas y un latigazo sobre mi espalda me despertó. Joe estaba a mi costado inyectándome con una larga jeringa, Nick sostenía el látigo en su mano, y Miley estaba agachada delante de él, y su lengua se movía tan rápidamente que sólo podía ver un borrón. Joe me volvió a patear y me gritó que me limpiara el vómito del cuerpo, que ya ibamos a bajar. Una hora después, estábamos en un hotel de Amsterdam, desempacando. En el cuarto ya estaban christian, miguel y rasputín, los tres imbéciles que se pondrían máscaras de nosotros y tomarían nuestro lugar para que nosotros salieramos a disfrutar la noche de Amsterdam. Si hubiera sabido lo que me esperaba, nunca hubiera abandonado mi jaula y mi repulsivo almuerzo...

A punta de pistola, mis dos hermanos me llevaron al que decía ser el club de dominatrices más violento y pervertido de la ciudad. Ellos se fueron y me dejaron a cargo de tres rubias muy pechugonas que llevaban ropa de verdugo medieval. Ellas me llevaron a un cuarto blanco, donde me encadenaron muy fuerte a una cruz, y me bajaron los pantalones. En las paredes del cuarto colgaban cosas muy extrañas... escobas viejas, tapones de bañera, bolsas de sazonador de limón y sal, collares de púas y un consolador largísimo forrado en papel de lija. Apagaron las luces, y preferiría no contarte más de lo que ocurrió, mi querido diario. Sólo te diré que para mí... ahora existen formas diferentes de ir al baño.

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